Vivimos en la profusión de imágenes. A finales del siglo XIX George Eastman revolucionó el mundo de la fotografía con Kodak, con la que despojó la exclusividad que tenían fotógrafos profesionales y gente adinerada y dio la posibilidad a que cualquier papá o mamá tuvieran una cámara en sus manos para inmortalizar, sin tener en cuenta ni encuadre ni técnica alguna, a su insoportable prole. "Usted aprieta el botón, nosotros hacemos el resto", era el lema de la compañía que vendía cámaras cargadas con un rollo de película que luego el usuario enviaba a Kodak para el relevado. Ni se imaginaba que, una centuria después, el mundo digital haría que la fotografía fuera tan masiva, que sería inabarcable.
Pero también vivimos en el analfabetismo fotográfico. La técnica ha sido solventada por los automatismos. Solo hay que asomarse a la calle el 6 de enero para ver a gente feliz con camarones al cuello, armados con grandes objetivos, que poco sabe de la relación entre diafragma y profundidad de campo. No hay una educación fotográfica, ni en la técnica, ni en la intención fotográfica de la toma, y mucho menos en la interpretación de la imagen. Click, clik, qué bonita, y a otra foto.
Se Muestra va encaminada a la intencionalidad de la fotografía, desde la vertiente documental. Se trata de un laboratorio digital itinerante que ha puesto en marcha la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes del Ministerio de Cultura. "Con Se Muestra pretendemos también generar proyectos de documentación de un determinado territorio, invitar a los autores a 'cubrir' una determinada realidad durante un tiempo", explica Claudi Carreras, fotógrafo, comisario de exposiciones y padre de la idea.