Cine, música, B.S.O., Informe

09 ene 2012

¡Ábrete de orejas! (II)

Ábrete de Orejas 2(Ilustración original de Wenceslao Lamas)

(La primera parte del informe está aquí)

En la actualidad existe toda una escena alrededor del denominado porno sound que da cabida a bandas tributo, recopilatorios de rarezas, remixes para las pistas de baile e incluso canales especializados de Internet que ofrecen la más variada programación en streaming las veinticuatro horas del día.

Sin ir más lejos, hace un par de años se estrenaba Lovelace: A Rock Opera, un homenaje a la felatriz de Garganta Profunda (Gerard Damiano, 1972) con libreto de Jeffery Bowman y musica de Anna Waronker y Charlotte Caffey. Recibida como la respuesta erótica y glam a Jesucristo Superstar o Godspell, la obra obtuvo un notable éxito de crítica y público pese a lo que sigue inédita en el mercado discográfico.

 

En el cine porno actual resulta de lo más habitual toparse con raperos y rockeros, tanto delante como detrás de las cámaras. Por norma general los músicos suelen prestar sus servicios al género de manera condescendiente y autoparódica, utilizándolo como una forma fácil de ganar dinero rápido y dar salida a sus sueños húmedos de estrellas en decadencia. Excepcionalmente podemos encontrarnos con auténticos artistas que se esfuerzan por ofrecer a la audiencia partituras lo suficientemente inteligentes y creativas como para estimular nuestros sentidos más allá de la entrepierna. Un funesto fenómeno por otra parte cada vez más extrapolable a las demás parcelas artísticas.

Para los nostálgicos de los subproductos autóctonos, resultan especialmente recomendables las reediciones de las bandas sonoras del inefable Jess Franco: uno de los máximos exponentes delsoftcore fantaterrorífico y el cineasta nacional más prolífico de la historia. Pero lo que mucha gente no sabe (o más bien, parece no querer enterarse) es que el tío Jess era un compositor bastante notable. 

Durante los años setenta, Franco firmó (generalmente bajo el pseudónimo de David Khune) de las bandas sonoras para las coproducciones con Francia y Alemania que el mismo escribía y realizaba. Su concepción abiertamente psicodélica de la música dejó espacio a su pasión vocacional por el jazz cimbreante, la bossa nova bailonga y el lounge caleidoscópico. 

En la mayoría de los casos, la música de los films de Franco superaba los valores estrictamente cinematográficos de su obra. No es el caso de Vampyros Lesbos (1971), uno de sus mejores títulos, capitalizado por la sensual fotogenia de la malograda Soledad Miranda. En esta ocasión Franco se repartió las labores de composición con Manfred Hübler, revelando un asombroso talento para las atmósferas calenturientas y la sexodelia cañí. Absolutamente fascinante.

  

A mediados de los noventa comienza a estilarse la reivindicación de los scores pornográficos. En el fondo, se trataba de sacar tajada de la nostalgia malentendida, bien sea mediante el talante paródico, la militancia freak o el guiño cinéfilo. Aprovechando la coyuntura, surgieron proyectos de gusto más que dudoso, como Pop Porn Band cuya ópera prima, Pop Porn (Import Records, 2001), pretende enmascarar el subterfugio con una aplicada imitación de los cánones setenteros. El resultado es más bien pobre, aún contando con ocasionales destellos de gracejo almodovariano (“Deep Note Blues” y “Tea Bag Hustle”).

Asi mismo ve la luz una nueva franquicia de recopilaciones que bajo el epígrafe de Sex-O-Rama (Oglio Records, 1997-1998) pretende rivalizar con sus notables predecesoras. Aún reconociendo la simpatía que puede despertar en el aficionado la participación en semejante desaguisado de la starlette Jenna Jameson, las dos entregas de la serie apenas rozaron el aprobado. Y es que su recalcitrante apego al raca-raca, el woka-woka y demás cacofonías de trempantes termina aburriendo, por mucho que se intente disfrutar en la intimidad del dormitorio de las prestaciones fotogénicas de la Jameson y los jadeos preliminares entre canción y canción.

 

A medio camino del expolio creativo y el caradurismo publicitario se encuentran los dos álbumes de Pornosonic, una curiosa colaboración entre el teclista angelino Don Argott y la carismática estrella del porno ochentero, Ron Jeremy. Bajo la premisa de “recrear” el sonido de bandas sonoras inéditas de aquel entonces, Pornosonic (Valley, 1999) supone un ejercicio lúdico y sin pretensiones, que agradaprecisamente por su condición de mero entretenimiento. No se pierdan la intervención del amigo Ron al comienzo de Cramming For College, supuestamente extraída de sus diálogos en la película que le da título.

 

Llegados a este punto parece absurdo negar el atractivo al alza generado por la popularidad de las viejas bandas sonoras del porno. Curiosamente en los cines, teatros y galerías de arte de la bahía de San Francisco se mantiene desde hace años un circuito de actuaciones en vivo en el que una formación de músicos profesionales versionan en directo antiguas bandas sonoras de porno. Bajo la apropiada nomenclatura de PornOrchestra, realizan sus performances con el acompañamiento de proyecciones de clásicos del cine X, en un esfuerzo por llevar a cabo una “reinterpretación radical de las sonoridades pornográficas”.

 

Como ellos mismos anunciaban a través de su página web, la peculiar puesta en escena de sus actuaciones podría definirse como el equivalente a “una banda circense con el ojo fijo en los artistas del trapecio”. Del mismo modo, reconocen que se trata de “un género complicado que ha sido menospreciado pública y sistemáticamente, tanto por la usura de los propios productores como por la desidia de los propios consumidores”. Un problema que acarrea la industria desde el auge del video en los años ochenta y que ha agravado la llegada de internet, la hegemonía del gonzo y la práctica amateur. Por ello no es de extrañar que la mayoría de espectadores recurran instintivamente a bajar el volumen de sus equipos una vez han pulsado el play.

En internet prolifera un nuevo modelo de geek erotómano que justifica su interés por el porno duro en términos estrictamente musicales. Disfruten, por ejemplo, de las vibrantes mixtapes de Spaziale, un DJ de San Francisco especializado en despertar los bajos instintos de la pista de baile con música disco de perfil pornográfico: desde Susana Estrada a Riz Ortolani pasando por Sara Montiel. Una auténtica gozada.

Spaziale - Porno Disco Vol. 3 by Spaziale

Hay 1 Comentarios

No sabía lo de Jenna Jameson. Buen artículo.

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