Take care
Young Money-Universal (2011)
****1/2
David Broc
Para los que piensan que no es viable ni posible activar una revolución en la música comercial y popular desde dentro, desde lo más alto, el nuevo álbum del rapero, cantante y actor canadiense Drake es una seria y formidable pista para replantearse dogmas de fe. Take care ha vendido 725.000 copias en su primera semana de vida y se trata de uno de los lanzamientos más esperados y publicitados de 2011, pero eso no impide que su constitución y ejecución presenten suficientes elementos de choque y ruptura como para considerarlo uno de los discos de hip hop y R&B más atrevidos e iconoclastas del año, tanto en su apuesta sonora como en el contenido lírico. La producción, que corre casi toda a cargo de Noah 40 Shebib, íntimo amigo y colaborador del artista, es un ejemplar y exultante manual de asimilación y adaptación de influencias —soul, dubstep, R&B, pop urbano— que orquesta una versión más sombría, emocional y melancólica de la música negra actual, que tiende hacia un sonido más bailable y eufórico, y nos permite descubrir un cruce imposible entre Sade, Kanye West, James Blake, Burial, The XX y The Weeknd, este último referente indispensable en la evolución hacia territorios más austeros y oscuros de su compatriota.
Drake escribe desde la angustia, el desconcierto y las contradicciones de su situación, y nos deja claro que el éxito y la celebridad no pueden controlar los sentimientos ni las emociones, incluso cuando te van bien las cosas. Sus rimas y estribillos tienen misterio, sensualidad, conflicto y emoción, una visión casi existencialista en un contexto de estrellato todopoderoso. Take care huye del regocijo y la autocomplacencia y planta cara a todos los convencionalismos musicales y conceptuales del rap y el R&B que gobierna en las listas de ventas. Ejemplar y ya referencial —no tardaremos en escuchar singles y álbumes clónicos, al tiempo—, si el disco no alcanza la excelencia es debido a su excesiva duración, que neutraliza ligeramente el impacto arrollador de su primera parte, y a la falta de magia del último tercio de canciones, donde quizás nos encontramos con la vertiente más rutinaria y convencional del artista. Pese a todo ello, Take care contiene tantos puntos de interés y persigue con tanto ahínco sus diversos objetivos que los daños colaterales provocados por sus defectos e imprecisiones son mínimos y llevaderos. No es un disco perfecto, ni mucho menos, pero va camino de convertirse en el mejor del año.