Fundadora de la ya veinteañera New Wave Of American Heavy Metal (Nueva Ola de Heavy Metal Americano), la banda Machine Head ha logrado hacerse perdonar sus devaneos con el nu metal —ahí quedan para la historia sus exitosos pero ultracriticados The burning red (1999) y Supercharger (2001)— y reconducir sus pasos hacia una mejor tolerada ortodoxia. Como el Hijo Pródigo perdonado por un amantísimo padre (en este caso el padre son los fans), se confirma que los de Oakland han vuelto al redil para quedarse. Gran alegría y buena noticia para los aficionados al metal sin complejos, que todavía esperan intranquilos cada nuevo lanzamiento de Machine Head temiendo que vuelvan a hincar la rodilla ante lo comercial. Pero no. Desde Through the ashes of empires (2003) el grupo de Robb Flynn y Adam Duce ha aprendido cuáles son los límites y a qué debe ceñirse. Guitarra rítmica más lineal y reiterativa, fraseos en la solista más largos (siempre doblados en algún momento por una segunda guitarra); en las voces, melodías con mayor carga épica, estribillos polifónicos y una buena dosis de rugidos (al fin y al cabo estamos en EE UU); por último, en la batería, esa bestia llamada Dave McClain ejecuta secciones casi cibernéticas, con cierto groove marca de la casa y el doble bombo actuando como un compresor que se enchufa y se desenchufa a voluntad... El séptimo álbum de estudio de Machine Head, Unto the locust, es un más que solvente percutor cargado de testosterona. Los siete temas que lo componen (casi todos por encima de los seis minutos) son diáfanos en su producción. Se aprecia sin problemas cada arreglo (los instrumentos de cuerda aparecen a menudo) y también —quiza ese sea el punto débil del álbum— se aprecia fácilmente cada intención. Machine Head pecan de obvios (esa grandilocuencia lírica cargada de referencias bíblicas) y hay cierto abuso del reverb en la voz y del phaser en las guitarras. El corte más polémico, a nuestro entender, es Who we are, donde un coro infantil estropea un himno heavy de grandes dimensiones, con una letra combativa pegada a la actualidad: "Somos los jóvenes / y los de joven corazón / Los fuertes y los valientes destinados a comenzar / Somos el cambio / que el mundo necesita ver". El resto de canciones exhiben un impecable equilibrio entre las tradiciones americanas y británicas del metal (ahí está por ejemplo The sentinel para probarlo). En fin, más de lo mismo, pero bien hecho. A veces no hay por qué pedir más.