Esta caterva de jipis berlineses es tan brillante y numerosa que, a lo largo de sus discos, a veces cuesta trabajo pensar que estemos escuchando en todo momento a la misma banda. La sensación se acentúa probablemente con estas Canciones fantasmas, interpretadas por tres vocalistas distintos y en las que inglés, francés y alemán se alternan con naturalidad pasmosa. Solo hay hueco esta vez para una pieza instrumental, Singapore, igualmente espléndida y con alguna inflexión orientalizante, una más de las múltiples geografías que la formación es capaz de evocar a lo largo de estos 50 minutos de periplo.
Los Hippies no son diecisiete, sino solo doce, aunque a la lista hay que sumarle media docena de colaboradores ocasionales. El resultado es una gozosa avalancha tímbrica en la que clarinetes, trompetas y fiscornos hacen buenas migas con buzukis, banjos, ukeleles, violines y acordeones. No hay esta vez grandes incursiones en los sonidos balcánicos (Biese bouwe es la excepción), pero sí en el cabaret alemán (Blumen in glas), el folk campestre (The train) y esa inquietante modalidad de nueva chanson que quintaesencia Ton étrangère: “Quiero convertirme en tu extranjera / prescindir de tu cordialidad / expatriarme de nuestros momentos familiares”.
Como siempre, los 17 Hippies logran ser muy amenos y que sus discos transcurran en un suspiro. Pero para sucesivas escuchas quedan los prodigiosos arreglos de Dorn o la sorpresa de Gimme dat harp boy, lectura con violín y metales de los ya de por sí heterodoxos Captain Beefheart.
Los Hippies no son diecisiete, sino solo doce, aunque a la lista hay que sumarle media docena de colaboradores ocasionales. El resultado es una gozosa avalancha tímbrica en la que clarinetes, trompetas y fiscornos hacen buenas migas con buzukis, banjos, ukeleles, violines y acordeones. No hay esta vez grandes incursiones en los sonidos balcánicos (Biese bouwe es la excepción), pero sí en el cabaret alemán (Blumen in glas), el folk campestre (The train) y esa inquietante modalidad de nueva chanson que quintaesencia Ton étrangère: “Quiero convertirme en tu extranjera / prescindir de tu cordialidad / expatriarme de nuestros momentos familiares”.
Como siempre, los 17 Hippies logran ser muy amenos y que sus discos transcurran en un suspiro. Pero para sucesivas escuchas quedan los prodigiosos arreglos de Dorn o la sorpresa de Gimme dat harp boy, lectura con violín y metales de los ya de por sí heterodoxos Captain Beefheart.